Por: Margarita María Peláez Mejía.
“Actuar es arrancarle a la angustia su certeza”
LACAN.
Eran vacaciones de Semana Santa, organizamos paseo familiar a la finca de un amigo que estaba montando e iniciando su empresa ganadera en el municipio de Tarazá. Él nos animaba a vivir una aventura, una experiencia diferente; en una finca rústica, aún sin electricidad, en medio de la selva y a orillas del río.
La familia se organizó ,empacó botiquín, botas y ropa de combate. Tarazá es un municipio del Bajo Cauca Antioqueño. Llegamos al río Tarazá, lo cruzamos en garrucha, en medio de un torrente fuerte de agua; yo la veía danzar, dar saltos y hacer figuras hermosas que inspiraron y pusieron a volar mi imaginación, mientras mi hermana mayor gritaba de pánico por temor a caer en el río y ahogarse.
Nuestro anfitrión, nos contaba de las fiestas del municipio denominadas “fiestas del río”, realizadas en temporada seca, cuando los caudales bajan y forman amplias playas de arena, allí se reúne la gente a bañarse en sus playas y a comer el famoso sancocho antioqueño.
Pasamos el río y nos dirigimos a la casa de la finca, estaba montada en Palafitos para prevenir inundaciones por la creciente del río y para evitar las serpientes que abundaban en el lugar. Se veía alegre el ambiente con hamacas de colores, una cocina rústica aseada. Doña Carmen, la mayordoma, con su amplia sonrisa nos tenía el almuerzo listo de bienvenida.
Rápidamente nos organizamos, observamos y recorrimos el lugar arborizado; admiramos los caballos y el ganado; pensé cómo la belleza cotidiana del mundo entra por los ojos, se enriquece con múltiples sonidos y colores y nos da una sensación de paz y felicidad.
Después de almorzar, algunos decidieron hacer siesta y otros sacaron el dominó para jugar. Decidí irme a leer debajo de un árbol frondoso, invitada por su sombra. Llevaba un buen tiempo disfrutando la lectura, de pronto sentí un ruido súbito de crepitar de hojas secas, alce la vista y vi a doña Carmen cerca de mí, con un machete amenazante y en alto, no alcance a reaccionar, cuando asestó un golpe a escasos centímetro de mi cuerpo. El ambiente se lleno de gritos de angustia y terror, miré una serpiente decapitada a mi lado. Me paré de un salto asustada, palpé y observé mi cuerpo, estaba sin heridas, sentía mi respiración agitada; mi familia a mi lado celebraba y agradecía la valentía tan oportuna de la mayordoma.
En la tarde y noche no se habló de otro tema, al día siguiente decidimos retornar a la ciudad, del paseo que se convirtió en pesadilla, por culpa de una serpiente.
Mientras todo esta historia pasaba por mi mente rápidamente, reflexionaba como una serpiente provocó en todos un miedo tan poderoso, heredado ancestralmente por todas las generaciones que me precedieron. Este pánico ancestral a las serpientes, nos viene desde el Génesis, cuando nos narran como Adán y Eva fueron expulsados del paraíso por culpa de este animal; la serpiente ha sido el símbolo del mal, nos ha dejado una impronta en el inconsciente colectivo, sentimos por ellas miedo irracional y rechazo instintivo. ¿Se podrá superar? La Respuesta la encontraremos en la siguiente historia.
Aprender de la Vida y la Muerte.
Años más tarde se presentó una nueva visita de serpiente en mi casa, estaba sola estudiando en el comedor. Sentí una mirada fría y penetrante, miré hacia todas partes, incluyendo los ventanales que rodeaban la casa, no encontré nada, ni a nadie. Estaba intranquila, de pronto un pequeño ruido en el piso me hizo dirigir la mirada al suelo. Allí estaba el animal deslizándose en la sala y buscando cómo acceder tres escalas que lo separaban del comedor. Ella se deslizaba en el piso y yo en el taburete me fui parando lentamente, para avanzar y lograr subirme a la mesa del comedor, mientras por mi mente pasaban los posibles escenarios que me esperaban. Estaba aterrorizada, cuando un amigo toca la puerta; al no encontrar respuesta se asoma por la ventana y me ve sobre la mesa, le hago señas para que vea la serpiente; le grito que pida ayuda en la casa vecina. Pronto acuden los vecinos armados y con machetes, cierro los ojos incapaz de ver la muerte de este animal.
Me encontré reflexionado que tenía que aceptar los miedos, temores, dudas, fragilidades, limitaciones y tristezas con humildad, para elevar mi condición humana. Esta historia no quería volver a repetirla, tenía que conocer sobre la serpientes y lograr tener otro final, así llego a este último relato.
La Inmortalidad de lo Efímero.
Inicié estudiando sobre las serpientes, su hábitat, mitos, leyendas, accidentes ofídicos, tratamiento y el papel tan importante que cumplen en el ciclo de la vida planetaria. Ellas viven en todos los continentes, desde el nivel del mar hasta por encima de los 4000 m.s.n.m. Existen más de 3600 especies, en Colombia tenemos 316, siendo uno de los países con mayor número de estos animales que mantienen el equilibrio de los ecosistemas; en el lugar donde vivo era un hecho común matar serpientes; organicé unas charlas pedagógicas y capacitación sobre el manejo, ¿cómo identificarlas?, ¿qué hacer con ellas? Hoy se respetan, sabemos que la mayoría son inofensivas y cazadoras.
Tercer Encuentro Sanador.
Llegamos a la casa, bajé primero a desconectar la alarma, mi marido, hijo y nieto se quedaron en el auto. Introduje las llaves en la chapa, sentí y vi una serpiente coral enredándose sobre mi mano. Me sacudí y cayó al piso, todos gritaron y corrieron a matarla; inmediatamente reaccioné. Tómenle Fotos, puede ser una falsa coral. Soy socióloga, inmediatamente mi marido responde: le hacemos una encuesta y le preguntamos ¿eres falsa o verdadera?, todos reímos, ya el miedo se disipaba, encontramos por la disposición de sus colores que era falsa coral, si hubiera sido coral verdadera, ya sabíamos que hacer.
Por fin el miedo ancestral fue superado con la información y conocimiento de estos compañeros de camino, que tienen su misión en el universo y enriquecen con su biodiversidad.
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