Por: Margarita Peláez Mejía

Mi madre danzaba
extendiendo la ropa lavada sobre las cuerdas
que se dibujaban como un pentagrama.
Inventaba recetas de cocina
con las plantas de su huerta,
para transformar en alquimia de felicidad y abundancia
los momentos críticos de la economía familiar.
Cuando lloraba,yo sentía que caían
cascadas de tristeza que no sabía cómo detener.
Me inundaba de infantil impotencia,
hasta que rápidamente, reaccionaba,
mostrándome su bella sonrisa invencible,
que me devolvía al presente confiado.
Inventaba juguetes
Con los hilos, lanas de colores, broches y botones
de geometría y colores de arco iris,
que sacaba por arte de magia, de su baúl de costura.
Dejo de pensar en ella
Para llenar de “posibles” nuestros sueños del día a día.
Mi madre al morir,se acomodó dulcemente
en mi corazón y en mi memoria.


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