Por: Margarita María Peláez Mejía


Estamos en la final de la Copa América, julio 2024. En medio de la tensión generada por el partido, está la esperanza de un pueblo que solo logra con su equipo de fútbol, sentir orgullo, solidaridad, cantar al unísono, vibrar con los colores de la bandera; así se manifiesta la identidad de un pueblo bellamente diverso. Este ambiente se vivía en mi hogar, como en toda Colombia.
No soy hincha y permanecía a distancia leyendo una novela histórica. Cada que la emoción se desbordaba en gritos de alegría, desconcierto, frustración y miedo a un gol del equipo contrario, acudía a solidarizarme con mi familia y a enterarme del origen de sus emociones.

Seguía inmersa en la lectura y de manera inexplicable sentí que debía incluirme en el grupo, llevé silla y una copa de vino que me acompañaba, y les dije: “Vine a ver el gol y celebrar con ustedes”, me senté y se dio el GOL !!!. Tres minutos estuve viendo la pantalla y disfrutando el desborde de alegría colectiva. Volví a mi libro, retirándome a la biblioteca. HOY me pregunto, ¿¿¿CAUSALIDAD???

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