Por: Margarita Peláez Mejía


Ocurrió un día de julio del 2024. Salía del centro comercial Pinar del Río en el Poblado en Medellín, iba manejando y entró una llamada: buen día, ¿habla la maestra Margarita Pélaez?, respondí que sí, continuó la voz felicitándome e informándome que fui ganadora en la convocatoria Trayectorias del Ministerio de Cultura en la categoría Investigación y Aporte a los Derechos de las Mujeres. Continúa diciendo que se presentaron 1.886 postulados entre mujeres y hombres. En mi área de investigación, se postularon 442 y me informaba que había sido la ganadora. No salía de mi asombro y sólo alcancé a decir: ¡gracias, gracias!. Continuó informándome sobre los requisitos y documentos para reclamar el premio, a duras penas yo le escuchaba de manera mecánica.

Me invadió un silencio profundo, sin pensamientos, ni sentires. Era el vacío!!!

Manejaba en automático, bajaba por la calle 10 del barrio el Poblado en Medellín, a los siete minutos entra otra llamada. “La llamamos de La Unión Hispanomundial de Escritores UHE, en su XXXll aniversario para informarle que se le le confiere el Premio Mundial Águila de Oro 2024 en la modalidad Excelencia en Defensa de los Derechos Humanos”.
No salía de mi asombro, no entendía, ¿me están haciendo una broma?, ¿esto es real?, ¿me están hackeando? Me empezaron a rodar lágrimas por las mejillas, alcancé a decir: estoy manejando, ¿me permite me parqueo para recibir la noticia? (hablaba entrecortadamente y con sollozos), paré la marcha del carro y las lágrimas me desbordaron. La persona que llamaba entendió, se despidió con un ¡felicitaciones maestra!
En medio del asombro pensé: la vida puede ser desierto y oasis. Un día me convierto en protagonista de mi propia historia, con las palabras escritas y habladas, con investigaciones académicas que inspiraron la solidaridad, empatía y deseos de hacer posible y real, la consigna del movimiento social de mujeres “POR UN HOGAR, CIUDAD, PAÍS Y PLANETA, LIBRE DE MIEDOS, GUERRAS Y VIOLENCIAS”. Como mujer,  madre, compañera, amiga, docente, feminista y artista, celebro la vida con las mujeres y hombres que han acompañado mi caminar, que es el suyo, les doy los agradecimientos. Yo tuve la pluma para narrar los sueños colectivos, di la puntada en el inmenso y colorido tejido de la urdimbre de la vida.
Continuaba tratando de entender este hecho tan maravilloso y me decía para tranquilizarme y procesar lo que estaba viviendo: “escribo por la magia y deseos de encontrarme a mí misma, rompiendo la rutina de cada día. No es fácil escribir y no sé si lo hago bien, lo que sí es cierto es el disfrute y la novedad que encuentro en el narrar”. Para darme tranquilidad me dije: “he sembrado semillas de optimismo, plantas de paz, justicia, equidad, solidaridad”. Como mantra repetía: “que mis palabras broten como bellas, diversas y coloridas flores plenas de bella esperanza en el renacer de una nueva humanidad”. Tome fuerza, me tranquilicé, prendí el motor del carro y regresé a la realidad.


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