Foto: Margarita María Peláez Mejía

Por: Margarita María Peláez Mejía

Era la tarde del 6 de abril del 2023, trabajaba en la argumentación y justificación de la beca ante el Ministerio de Cultura, sobre la obra de Alejandro Cock-Peláez, mi hijo. En el escritorio tenía materiales, fotos, revistas, libros, que me serian de ayuda en el trabajo. Esta labor la realizaba en el cuarto de mi hijo Simón, sobre su escritorio tiene una foto suya de cuando era niño, colgada en la pared.
De pronto siento que se está moviendo rítmicamente el cuadro frente a mí, miro a la ventana para ver si hay viento, está cerrada. Siento la presencia de mi hijo Alejandro fallecido que está allí. Mentalmente pegunto: “hijo, Alejo ¿estás aquí?”. Me responde con un movimiento acelerado del cuadro. ¿Es esto realidad o fantasía? Me paro de la silla y llamo a mi esposo que está cerca; él mira, ve el cuadro en movimiento, busca corrientes de viento en la ventana, va hacia la puerta, el corredor y no encuentra respuesta física que explique esta situación.
Decidimos llamar a Simón, que es ingeniero físico, queríamos saber su opinión (el cuadro seguía en movimiento más lento), miró, movió el escritorio, el computador, los libros y documentos y nos dice: “No encuentro explicación racional a este hecho extraño”.
Esta situación se ha repetido de abril a septiembre del 2023, en cinco oportunidades. ¿Qué hay en común?, lo pienso y coincide con una toma de decisión para un tema del que no soy experta, en esta situación siempre pensaba: “¿Qué pensaría mi hijo?”, creo que el enfoque debe de ir por aquí y la respuesta llegaba con el movimiento del cuadro. Por el desconcierto y miedo, me demoré en entender la aprobación de mi hijo al trabajo y orientación dada a su obra.


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