Por: Margarita María Peláez Mejía.

Una soledad como una casa vacía,
con polvo sobre sus muebles y olor a viejo, 

como resultado de no habitar la vida.


Un domingo que se arrastra 
como las manecillas del reloj en un día de lluvia 
pertinaz, monótono, triste y desolado.

Una estrella vendrá para hacerme compañía esta noche 
y calmar la tormenta interna, 
que me permita extender los brazos, 
abrir mis manos, corazón 
y bañarme de luz.

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